Puebla, una ciudad inspirada en la fe
Destinos y Turismo Carlos Velazquez 13 febrero, 2020

Cuenta la leyenda que fueron los ángeles los que subieron la campana de nueve toneladas de fierro hasta la torre de la Catedral de Puebla, ante la incapacidad de los humanos por resolver el problema de cómo llevarla a esas alturas.
Ubicada en la plaza central de la ciudad de Puebla, la Catedral de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción se empezó a construir en noviembre de 1575 por órdenes del Rey Felipe II de España y fue consagrada por el obispo Juan de Palafox y Mendoza en 1649.
Fue el obispo Palafox el responsable de que el centro de Puebla mantenga mucho de los rasgos de una ciudad virreinal novohispana que conjuga la espiritualidad con el amor por la belleza.
Un personaje que también se dio a la tarea de dar sustancia a algunas de las joyas de la ciudad; como la magnífica Biblioteca Palafoxiana, con sus 42 mil volúmenes.

La catedral es de estilo herreriano, con fachadas renacentistas e interiores barrocos, considerada una verdadera obra de arte arquitectónica y una de las más bellas del mundo, ya que guarda muchos tesoros en su interior.
La gran Puebla virreinal se expresa en los detalles; como en las delicadas esculturas de alabastro del Altar de los Reyes de la Catedral, el suntuoso Baldaquino y el coro con sus magníficas sillerías.
Tesoros religiosos
Uno de los espacios más enigmáticos de la Catedral está situado detrás de la puerta central, llamada “del Perdón”.
Ahí se encuentran el cenotafio de Juan de Palafox quien mandó a hacer su lápida mortuoria, tumba que nunca ocupó pues sus restos se quedaron en España.
Sus dos torres de 74 metros, se consideran las más altas de un templo mexicano y flanquean la Puerta del Perdón.
En la parte posterior destaca la cúpula revestida de azulejo, misma que fue construida con piedra pomex para aligerar su peso.
Pero si todo el arte sacro de la catedral no fuera suficiente, muy cerca de ahí está “La Galería Tesoros de la Catedral de Puebla”, con tres salas de exposición acondicionadas museográficamente para exhibir el enorme acervo artístico de este espacio.
En la primera, se cuenta la historia del templo, con maquetas, cuadros e ilustraciones que dan un panorama de la historia de su edificación y de los principales personajes involucrados.
En las salas dos y tres, se presenta la exposición llamada Regina Angelorum, una mirada a través del arte hacia el culto de la Virgen María.
Aquí el visitante tiene la oportunidad de observar con detalle piezas o documentos que, si estuvieran ubicados en altos muros o nichos, difícilmente pueden ser admirados en todo su esplendor.
Católico o no, creyente en Dios o no, el Centro de Puebla es un enorme museo sacro que justifica en sí mismo una visita a esta ciudad.
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